La verdadera llegada del ganado fue con la compra de cinco pollos de raza de Mos en la feria de Silleda. De los cuáles, uno murió y nos quedamos con tres gallinas y un gallo.
Mientras las gallinas eran pequeñas no hubo problema, pero después tuvimos que ir pensando en la construcción de un gallinero. Después de construirlo, las gallinas ya empezaron a poner sus primeros huevos; y ponían bastante a menudo en esta primera época, casi todos los días.
El gallo ya era otro cantar, un bicharraco enorme y fuerte de más de 4 kilos de peso con unos buenos espolones, que no dudaba en atacar a los que se acercasen a su gallinero. Atacaba clavando los espolones ( situados en la parte superior de la patas) dando un salto contra su adversario. La solución fue un palo con forma de "Y" llamado "gayeto", con el que se podía mantener al gallo a distancia y manejarlo fácilmente.
Pero el dominio de la huerta le duró poco, pues poco después llegó Tambor; un conejo marrón "enano" (eso era lo que decían los de la tienda de animales) que pese a ser bonito y parecer tierno, a quien le encantaba las coles y cuyos mordiscos y bufidos eran temidos en toda la huerta. Solo hubo un enfrentamiento directo entre el gallo y el conejo, que se saldó con un intento de picotazo del gallo y un esquive de Tambor.
En un principio el conejo dormía dentro de la bodega, pero más tarde le construimos una caseta y ya se quedó fuera permanentemente. ¿Por qué decidimos dejarlo fuera? Pues porque cada vez que había que meterlo en la jaula para guardarlo en la bodega, el que intentaba capturarlo acababa reventado. Los amagos y fintas que hacía Tambor para engañar y esquivar al cazador no tenían nada que envidiar a las de Leo Messi. Otro problema del conejo era su afán escapista, lo que le llevó a crear escarbando una madriguera subterránea para salir de su recinto, lo mejor era que volvía siempre a casa. Algunos pedían que el conejo se echase a la cazuela, y recibieron su escarmiento a través de mordiscos del conejo.
Las gallinas de Mos resultaron ser malas ponedoras, aunque que son buenas gallinas para carne, lo que nos llevó a comprar seis gallinas ponedoras, con las que el gallinero obtuvo su máximo esplendor, (6 huevos diarios asegurados)
Pudimos criar tres veces, sufrimos una invasión de ratas en el gallinero, y incorporamos al gallinero tras la muerte de el gallo a un gallito y dos gallinas "kikas". Las kikas también criaron y salieron dos pollitos.
Todo iba bien hasta que en las Navidades de 2014, un ataque de un zorro o marta sacude el gallinero provocando una auténtica masacre: 6 gallinas y el gallo resultaron bajas.
La compra de nuevas gallinas ponedoras y un nuevo gallo acabó con los problemas y devolvió al gallinero la normalidad.
Por último llegaron los patos a la huerta, aún son pequeños pero cuando sean grandes a ver en que agua se van a meter, ¡habrá que construir un estanque!
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